ORIGEN DE LA CULTURA ANDINA
Por Rumi Kunturi
Desde el punto de vista arqueológico, la unidad cultural más pequeño es el artefacto que son todas las cosas tangibles (herramientas, restos textiles, cerámica, etc.) y en su conjunto se denomina industria que viene a ser los artefactos que responden a un mismo objetivo de producción (industria lítica, textil, etc.) (Deza J., 2017).
Un conjunto de industrias
tecnológicamente similares distribuidos sucesivamente en forma estratificada en
un sitio o en diversos sitios configurada en una región especifica y a un
intervalo de tiempo dado se le denomina complejo cultural, dichos
complejos con vinculación cultural dispuestos en una zona geográfica se llama tradición
cultural, los conjuntos individuales pueden aparecer o desaparecer en una
región dada, la tradición se mantiene por mucho más tiempo, aunque no siempre
en el mismo lugar. Las tradiciones definidas mediante un criterio
cultural son divididas en subtradiciones por un criterio geográfico, y
subdivididas en complejos por criterio cronológico (Salcedo L., 2014).
Teniendo como característica
principal a la industria lítica, la más antigua es la cultura Lauricocha. Una
industria lítica representa a un grupo étnico, y a su adaptación independiente
al ambiente y recursos (Briceño J. y Millones M., 1999).
CULTURA LAURICOCHA
Los fundadores de la cultura Lauricocha arribaron de
Asia mediante migración circumpacífica entre 11600 y 11000 aC., trajeron
consigo un fenotipo premongoloide de dolicocraneos-sundadontes de haplogrupo B
del ADN mitocondrial y el haplogrupo Y M17. Ingresaron a los andes por la costa
central, la tradición andina de puntas foliáceas aparece casi simultáneamente,
en los Andes Centrales y Surcentrales, entre 10500 y 9900 aC (Salcedo L., 2011).
Su nombre se debe a los estudios realizado por Cardich
(1958) en la complejo Lauricocha (Huánuco) en donde se encontró las puntas
foliáceas características de esta cultura. Es la tradición cultural más
representativa, con el mayor número de sitios estudiados y con las mejores
evidencias estratificadas en cuevas y abrigos rocosos (Morales D., 1998). En el
complejo Lauricocha se han encontrado estratificados restos culturales en una
secuencia que empieza hace 10000 años y que llega hasta nuestros días, que lo
perfila como núcleo inicial y principal de la formación de la civilización
andina, y tuvo como base de sus recursos a los camélidos. Los grandes núcleos
de poder que generaron las mayores expansiones, los horizontes culturales en el
ámbito general o con repercusión en todo los Andes Centrales, tuvieron como
cabeceras en el territorio altoandino: Lauricocha en el precerámico; Chavín
durante el Horizonte Temprano; Huari-Tiahuanaco en el Horizonte Medio; y Cusco
en el Horizonte Tardío (Cardich A., 1996).
Según Salcedo (2011) la tradición cultural Lauricocha
se divide en 18 complejos, 4 subtradicones, a saber: a) Lauricochense
(complejos San José en Ecuador; Mongoncillo, Lauricocha y La Esmeralda en el
Perú); b) Tarapaquense (complejos Toquepala en el Perú; Tarapacá, Tiliviche,
Conanoxa, Ghatchi, Chiu-Chiu y Punta de Teatinos en Chile); c) Viscachanense
(complejos Viscachani en Bolivia, e Intihuasi en Argentina), y d) Chinchorro
(complejos Chilca y Pampa Colorado en el Perú; Huentelauquen, Camarones y
Quiani en Chile).
El ámbito geográfico abarca desde la sierra
ecuatoriana hasta el centro chileno, y desde el litoral peruano-chileno hasta
el altiplano boliviano y el noroeste argentino (extensión comparable a la del
imperio incaico). En términos cronológicos, abarca desde el más antiguo para el
complejo Lauricocha (10500 cal. a. C.), complejos Toquepala, Chilca y Huentelauquen
(9900 cal. a.C.), complejos Tarapacá, Tiliviche y Chiu-Chiu (8100 cal. a.C.),
Complejos Viscachani e Intihuasi (5400 cal. a.C.), complejo San José (3200 cal.
a.C.), en total, abarca 13 estadios del isotopo de carbono (CIS), del CIS-30
(10500 – 9900 cal. a.C.) hasta el CIS-13 (1700-1300 cal. a.C.).
Morales (1998) resalta las siguientes características:
a) uso común de las puntas foliáceas, con una variada tipología, lo mismo que
sus raspadores y objetos cortantes; b) su tecnología lítica es de percusión con
retoque fino usando cuerno de taruca, se usa también técnica de intemperismo
para el tallado de las puntas en material de sílex de baja calidad; c) los
sitios están conformados por abrigos rocosos, cuevas y campamentos al aire
libre incluyendo talleres; d) la mayoría de los sitios presenta una buena
acumulación de basura con clara estratigrafía para diferenciar periodos o
fases; e) su economía se basa fundamentalmente en la caza de macrofauna de
cérvidos y camélidos, existiendo algunas evidencias de piedras de molienda y de
algunas actividades de recolecta y f) está asociado al arte rupestre, que lo
indica la existencia de un sistema de creencias bien establecidas, con normas y
valores sólidos.
Se asentaron principalmente en las cuevas y abrigos rocosos
que se ubican mayormente en la puna, existen ocupaciones en diversos puntos de
la sierra desde Cajamarca hasta Puno (Silva J.E.T., 2000). La tradición
Lauricocha se caracteriza por puntas de proyectil foliáceas, economía de caza y
recolecta, asentamiento en cuevas y reparos altoandinos, asociado al arte
rupestre y patrones funerarios; que sería la base de las culturas agroalfareras
(Morales D., 1998).
La punta de proyectil foliácea típica de esta
tradición cultural, para efectos de periodificación, Salcedo (2012) lo
clasifica en cuatro tipos-guía:
L0: Punta pseudo-pedunculada de contorno oval con
alerones insinuados, representa a la fase Proto-Lauricocha (10500-7400 años
Cal. a.C.).
L1: Punta pseudo-pedunculada de ápice triangular con
alerones bien definidos, representa a la fase Lauricocha I (7400-5900 años Cal.
a.C.).
L2: Punta triangular, representa a la fase Lauricocha
II (5900-2800 años Cal. a.C.).
L3: Punta romboidal, representa a la fase Lauricocha
III (2800-1700 años Cal. a.C.).
Su industria lítica incluye tanto útiles unifaciales
(raspadores y raederas sobre lasca, raspadores sobre bloque, cuchillos, lascas
retocadas, entre otros, elaborados sobre roca volcánica, como el basalto y la
andesita) como bifaciales (puntas foliáceas simples, foliáceas con alerones
[pseudopedunculadas] y geométricas [triangulares y romboidales]), elaboradas
sobre materia primas criptocristalinas (como el jaspe, el cuarzo cristalino y
la calcedonia) (Salcedo L.E., 2011).
En cuanto al arte rupestre puede dividirse en figuras
pintadas (pictografías) y figuras grabadas (petroglifos). Actualmente se tiene
97 sitios con pictografía y 137 sitios con petroglifos en 22 departamentos del
Perú, sin embargo, la mayor concentración se encuentra en Cajamarca, Huánuco,
Puno y Arequipa. Las más antiguas de estilo naturalista se encuentran en
Moquegua (Ichuña), Tacna (Toquepala), Arequipa (Zumbay) y Puno (Pizacoma y
Carabaya) en el sur, y Junín (Chuquichaca, Quellqahuasi y Cuchipinta) y Lima
(Cuchimachay) en el centro. El estilo seminaturalista se encuentra en mayor
proporción en Huánuco, seguida de Junín y Pasco. Las pinturas tienen un
carácter mágico y corresponde a ritos propiciatorios, tienen que ser entendidas
como la parte rescatada y conocida de un mundo ritual más completo que
integraba también muy probablemente narraciones, cantos y bailes (Guffroy J.,
1999).
El arte rupestre tiene estilos y épocas diferentes.
Tanto la costa como la sierra presentan características propias; en la costa lo
más común son los petroglifos, en la sierra las pictografías y la selva
comparte ambas tradiciones. Se divide en: a) Estilo naturalista, más antiguo,
se caracteriza por presentan silueta de animal bien diferenciado, existe en
Chile, Bolivia, Argentina y Perú que datan de entre 10000 a 12000 a.C.; b)
Estilo seminaturalista, se caracteriza por presentar silueta desproporcionadas
y data de entre 7000 y 2000 a.C. Las cuevas donde aparecen son santuarios donde
las escenas expresan el mundo mágico-religioso, ritos de iniciación y
propiciación, vinculados a las actividades que realizan, en este caso rito de
iniciación y propiciación de caza, a la vez expresa la concepción del mundo
dentro de los principios de oposición binaria (Morales D., 1998).
Se encontraron 11 esqueletos
(3 niños y 8 adultos) en la cueva de Lauricocha sepultados en pequeñas fosas,
todos asociados a un ajuar funerario, mucho más ricos en niños que adultos. La
mayoría se hallan en posición de sueño, de costado con las extremidades
flexionadas, pero hay uno en posición fetal que corresponde a un niño de entre
año y medio y dos años. Uno de los esqueletos presenta deformación craneana
intensional del tipo tubular erecta. Todos estos enterramientos, sus ritos y
los ajuares mortuorios indican que tenían un sistema establecido de creencias (Silva
F., 2019). En el complejo
Chinchorro se practicó momificación natural y artificial de cadáveres (Arriaza
B. et al., 1994) y deformaciones craneanas (Guillen S., 1997).
Las características físicas de los esqueletos
indican que eran dolicocéfalos (cabeza alargada y alta), cara medianamente
chata y estatura de 1.62 m (Morales D., 1998; Silva J.E.T., 2000). La datación
más antigua corresponde al esqueleto 1 y 9 que va entre 6645 – 6504 a.C. y
6821-6640 a.C. respectivamente. La frecuencia de los haplogrupos mitocondriales
difiere de lo que ocurre en las poblaciones andinas modernas donde predomina el
haplogrupo B, mientras en Lauricocha y en otras poblaciones precerámicas predomina
el A. Asimismo, los haplotipos de cromosoma Y hallados en Lauricocha están
cercanamente relacionados con haplotipos modernos, demostrando continuidad
genética en los Andes, y los individuos 1, 2, 6 y 9 de Lauricocha son
portadores de grupo sanguíneo O, que se encuentra en más de 99% de nativos
sudamericanos contemporáneos (Tomasto E.L. et al., 2018).
La cultura andina tiene origen en la Cultura Lauricocha caracterizado por las puntas foliáceas que apreció en 10500 aC., dándose de esa forma un continuum cultural por más de 12 mil años.
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